Tecnología en la vida cotidiana: Del Tetris al Instagram, un recorrido porteño por los avances de la informática
Si hay algo que une generaciones en esta querida Buenos Aires, es cómo la tecnología cambió el modo en que vivimos. Desde aquellos primeros días en los que el sonido del módem dial-up marcaba el inicio de la aventura en Internet, hasta el momento en que el celular se volvió una extensión más del cuerpo, la evolución tecnológica ha sido una constante en nuestras vidas. Y acá estamos, los de la Generación X, los que en su momento nos quemábamos las pestañas con la Commodore 64, viendo cómo los pibes de la Generación Z viven la vida a través de pantallas que parecen tener respuesta para todo.
Los primeros pinitos de la informática: El glorioso Tetris
Si fuiste adolescente en los 80 o principios de los 90, seguro te acordás de esos ratos jugando al Tetris o al Super Mario Bros. en la consola familiar o en las famosas Game Boy. No había nada más emocionante que ver caer esas piezas y lograr encajarlas antes de que la pantalla se llenara. Era el entretenimiento porteño en su forma más pura. No había internet, no había redes sociales, pero los “fichines” estaban llenos de vida. Las tardes se pasaban con amigos en los salones de arcade, entre fichas, fichines, y el rugir de las maquinitas.
Aquellos primeros días eran más sobre compartir en lo físico: te encontrabas cara a cara con los otros, competías en las calles, y el que tenía más vidas en el Mario era el “rey del barrio”. Pero ojo, porque ya ahí se veía venir algo que cambiaría todo: las maquinitas iban dejando de ser sólo juegos, eran ventanas a un nuevo mundo virtual.
El Internet y los primeros cibers: El módem dial-up y la paciencia porteña
Y después, zas, llegó Internet, y con él la magia del módem dial-up. Si sos de los 80, seguro te acordás de ese ruido rarísimo, como de nave espacial arrancando, que hacía el módem cuando te conectabas. Todo iba lento, pero nosotros felices igual, explorando páginas web que tardaban una eternidad en cargar. Mandabas un mail y era como tirar una botella al mar; sabías que alguien lo iba a leer, pero nunca cuándo.
Los cibers empezaron a ser el punto de encuentro. Por unos pesitos, te sentabas a navegar en un entorno que era más como una jungla digital. Google todavía no tenía la respuesta para todo, y el MSN Messenger era lo más parecido a las redes sociales que había. Ahí conocimos las primeras videollamadas, que, ojo, no eran como las de ahora. Eran más pixeladas que una obra de arte moderna y siempre había que lidiar con la conexión que se cortaba justo cuando estabas por decir algo importante. ¡Un clásico!
Las redes sociales y el boom del celular: ¿Quién nos hubiera dicho que viviríamos pegados a una pantalla?
A partir de los 2000, la cosa se puso seria. De la PC fija de escritorio pasamos al celular, y no cualquier celular, eh: el Nokia 1100, el Motorola V3… celulares que hoy parecen piezas de museo. Y mientras tanto, aparecieron redes sociales como Fotolog, donde subías una foto y te sentías influencer por un día, aunque en ese momento no existiera la palabra. Los comentarios eran más importantes que el like y había que esperar 24 horas para subir una nueva foto. ¡Toda una aventura!
Pero el verdadero golpe de timón llegó con Facebook y Twitter. Ahí nos dimos cuenta de que ya no vivíamos solamente en Buenos Aires, sino en un mundo digital interconectado. Con Instagram, la cosa ya se volvió visual. Hoy no hay café porteño que no vea a alguien sacando fotos a su capuchino antes de darle el primer sorbo. Los pibes no pueden salir a la calle sin contarle al mundo en sus historias lo que están haciendo. Lo que antes era una charla de café en Corrientes, hoy se resuelve en una videollamada de WhatsApp.
El impacto en el amor y la amistad: ¿Qué fue del famoso “levante” en persona?
Antes había que ponerle el pecho a las balas en las fiestas. Ir a un boliche o a una juntada con amigos era el único método viable para conocer a alguien. Era otra clase de amor. Pero desde el Messenger, pasando por Facebook y ahora con Tinder o Bumble, todo se volvió un “swipe” a la derecha. Se pasó del levante cara a cara al “match” virtual. El amor y la amistad hoy se gestionan online, pero ojo, que la magia del cara a cara no murió del todo. Los porteños seguimos siendo seres sociales al fin y al cabo.
El futuro porteño: Entre el metaverso y la nostalgia del pasado
Con todo este viaje, una cosa está clara: los de la Generación X vivimos en un pie en el pasado y el otro en el presente digital. Todavía valoramos el contacto real, las charlas largas y los cafés interminables, pero también nos maravillamos con la velocidad con la que los pibes manejan la tecnología. La brecha generacional se siente, pero es más un desafío divertido que un obstáculo. Estamos en un momento en el que la nostalgia se mezcla con la innovación, y, como buen porteño, vamos abrazando las dos.
Porque, en definitiva, desde los primeros videojuegos hasta las redes sociales, lo que quedó es lo mismo: la búsqueda de conexión. Antes era con una ficha en el fichín, hoy es con un “me gusta” en Instagram. Pero en el fondo, seguimos siendo porteños que le meten pasión a todo, ya sea con un joystick o con un celular en la mano.